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Bienal de La Habana: Otro arte también es posible,Alberdi Benítez, Virginia.

Con sus lógicas, y no tan lógicas excepciones, la Décima Bienal de La Habana propone una alternativa a la creación visual contemporánea profundamente comprometida con el destino de la especie humana. Si bien, como alguien ha dicho, ni una ni cien obras de arte van a cambiar el mundo, al menos pueden contribuir a hacer conciencia de los caminos de la resistencia ante la imposición de modelos de consumo y de un tipo de relación entre el artista y la sociedad determinada por las estrictas leyes del mercado. No se trata de que se esté promoviendo un arte contenidista ni que se desconozcan los hallazgos formales de las vanguardias del siglo XX y sus contravanguardias —parece que los ecos excesivamente relativistas de la ola postmoderna se van apagando como resonancia hegemónica—, sino de que buena parte de los artistas representados en La Habana asumen una conducta cívica, tanto desde el punto de vista de la contestación como el de la proposición, sin plantearse poéticas monologantes. Esto puede comprobarse cuando se recorre en el Pabellón Cuba, de La Rampa, la muestra titulada Relatos desde el Nuevo Mundo / Tales from the New World, curada por el cubano Humberto Díaz. Allí trece artistas de Gran Bretaña, Japón, Alemania, Canadá y Cuba despliegan obras de diversas dimensiones y estéticas, bajo el común denominador de ahondar en los significados y las repercusiones de la globalización. La indagación va desde el papel de Internet —el cubano Luis Gómez alude en un diseño web el fenómeno de la saturación, y por tanto, la incomunicación, que puede prevalecer en la llamada autopista mundial de la información— hasta el impacto en las formas consagradas de exhibición del arte, como lo hace el británico Dave Lewis en Lifting the veil. Un mapa digitalmente manipulado por la japonesa Satomi Matoba, Shores of a river, nos plantea una inquietud que quizá a muchos les haya asaltado y que tiene aquí una concreción visual: cuántas nociones geográficas se han dinamitado en los procesos globales, cuánto se han subvertido las identidades, cuántos innecesarios y perniciosos conflictos culturales se han desatado. De Inglaterra, Gayle Chong Kwan, con parte de su serie Cockaigne, arroja una mirada irónica sobre la nueva Torre de Babel que ha proliferado en el orbe a través de la internacionalización de las comidas por parte de la industria turística, que en más de una ocasión adultera lo auténtico y crea en el consumidor la ilusión de saberlo todo sobre las culturas ajenas. Quisiera particularizar el aporte de otros tres de los artistas cubanos presentes en la muestra, en tanto proponen una perspectiva contrastante con las visiones de los restantes creadores, venidos del llamado Primer Mundo, aunque, como se ha dicho y puede verificarse in situ, sumamente críticos y reflexivos al abordar las ligazones globales. Un verdadero alarde de minimalismo constituye la obra de Wilfredo Prieto, uno de los más exitosos artistas de la Isla en tiempos recientes. Prieto ha metido el planeta en un grano de chícharo y lo coloca sobre una amplia superficie que hace las veces de cámara negra. El ingenio marca el sentido de esta inteligente metáfora sobre las verdaderas dimensiones de la escala humana en el concierto universal. Su trabajo contrasta con la exuberancia narrativa de Alexander Guerra en Inconsciente colectivo, instalación con que su autor, según se consigna en el catálogo, trata de "expresar la unidad de lo múltiple", pero a la vez conjura "el peligro de homogenización, el peligro que representa un nuevo orden global en el que las diferencias se integren y fusionen haciendo de nuestras sociedades una gran masa amorfa e involuntaria". Nadie permanece indiferente ante la gigantesca instalación del propio Humberto Díaz, Tsunami. A base de poliuretano extendido y una cubierta de tejas, el artista se ha apropiado e reinventado el famoso grabado del japonés Hokusai, para ofrecernos una imagen contundente y perturbadora. Quien concurra al Pabellón Cuba deberá hacer tiempo también para encontrarse con la serie de videoproyecciones, vertebrada por la curadora Blanca de la Torre, que complementan la muestra mediante una sucesión de imágenes relacionadas con la dialéctica entre consumo, publicidad y comunicación.