TEXTOS

Del barro y otras voces,Alberdi Benítez, Virginia.

Pocas veces un jurado se las ha visto en un aprieto semejante pero encontró una solución plausible ante la calidad de los envíos a la X Bienal de Cerámica, abierta desde el pasado fin de semana en el Convento de San Francisco, en el centro histórico de la capital: conceder idéntica jerarquía a tres obras que se destacaban no sólo por su factura sino por el significado. De tal manera fueron resaltadas al mismo nivel las piezas Sargento, de Osmany Betancourt; Tsunami, de Humberto Díaz, y Donación, de Teresa Sánchez. Indudablemente se trataba de estimular resultados en tres concepciones diferentes de un arte en el que Cuba ofrece una dinámica muy peculiar en el contexto latinoamericano y caribeño, en tanto se aprecia cómo sobre el sustento de determinada tradición, la inventiva y la imaginación alcanzan cotas admirables. En Betancourt se advierte, una vez más la solidez de una concepción escultórica monumental. El artista aprisiona en una descomunal reproducción de la herramienta que en carpintería se llama sargento, un grupo de cabezas modeladas en cerámica, de corte expresionista. La Sánchez se acerca más a los tópicos de la postmodernidad, en tanto la lectura de su obra, en la que hace dialogar la pieza cerámica con un proyecto utópico, exige referencias ideológicas de la historia occidental más reciente. En tal sentido la ambivalencia de los textos visuales termina por resolverse mediante fina ironía. Pero si de ejercicio pleno de las posibilidades de la cerámica se trata, el espectador tendrá que rendirse ante la obra de Humberto Díaz. El artista consagra las posibilidades expresivas del material en una síntesis poéticamente conmovedora. El hecho de que tales piezas convencieran al jurado no quiere decir que en las restantes que integran la muestra haya demérito alguno. Por lo contrario, la Bienal demuestra la sostenibilidad de un oficio que se diversifica en múltiples voces. Eso sí, cuenta el estímulo que representa la ingente labor del Museo Nacional de la Cerámica y de su director, Alejandro G. Alonso, que ha consagrado su labor, su inteligencia y su pasión a la promoción de un arte mayor.